Entre el Querer y la Lucidez

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Entre el Querer y la Lucidez

Abogado por la Universidad Católica de Santa María (Perú). Egresado de los Doctorados en Derecho y Administración, y de las Maestrías en Derecho Empresarial y Derecho Penal, por la Universidad Nacional Federico Villarreal . Miembro del Comité Científico Internacional del Instituto Jurídico Internacional de Turín (Italia). Experto en Derecho Empresarial y Administrativo.

Aquí pues, así me tienes remembrando algunos de mis avatares de hace no poco, a propósito de la liminar conclusión anticipada de nuestro proceso, esto es, de lo que fue una cuasi, en su momento, auspiciosa fusión de sociedades que tuvimos en predios no jurídicos; reparo en la necesaria reflexión en modo prosa, apertrechado cómodamente en la salvadora y saludable perspectiva que hoy felizmente no me resulta extranjera.



"Aquí pues, así me tienes remembrando algunos de mis avatares de hace no poco, a propósito de la liminar conclusión anticipada de nuestro proceso"



Ante todo, debo confesar que me resultan pues, de naturaleza incontenible, arrebatadora y terapéuticamente recomendables, verter estas sentidas, conmovedoras como improbables disquisiciones, propias de leyenda urbana, que ciertamente no estoy muy seguro de haberlas vivido, pero sí, experimentado. Esto es, no una suerte de decir: sí, pero no. Más bien, un sí y no a la vez. Y es que la licencia de la literatura, así lo permite. En suma, realmente nunca habrían ocurrido.



Ergo ya entrando en materia, en primer término preciso cuestionar con todo derecho: ¿por qué me dejaste gatinha so porinha engrasadinha?, si yo reconocía jurídicamente que te amaba. ¿Cómo no apelar a ti?, si fuiste mi recurso de amparo, mi tribunal de casación, mi precedente vinculante, mi ne bis in idem, mi infaltable e insustuíble unificador, sistematizador y pasteurizador: legal, constitucional, convencional, restaurador y legítimo; de potentes como innegables sentimientos y deseos. Mi única y definitiva instancia, claro que sí.

¿Cómo casi no reconocer tus derechos posesorios sobre mí?, si en mi desarraigo y emigración voluntaria, no solo fuiste mi dirección domiciliaria, procesal, casilla postal, blog, post y hasta tweet, sino también, mi segura como muy oportuna opción de pase a la ansiada y ni tan breve clandestinidad.

Y aquellas idílicas como infinitas noches amor, de entrega total, ¡¡¡ooh, cómo olvidarlas!!!. Si en ellas vivimos intensa como rabiosamente los hechos harto conducentes, que en definitiva permitieron mi triunfal apertura a prueba. Infinitas, gloriosas e inenarrables oportunidades en las que en nuestro nido de calor, las paredes temblaban furiosamente y literalmente hasta el techo se vino abajo… una verdadera fuerza de la naturaleza, vía la cual, tocamos tantas veces el mismísimo cielo.

Esas noches, en las que las botellas de vino eran cual chicha morada en su punto, que engullíamos con insaciable como incontenible voracidad. En las que solo nosotros podíamos oírnos, ensordecernos y nadie podía sospechar siquiera, nuestras salvajes como interminables ardientes batallas sin cuartel. Noches en las que despertar del sueño, era sinónimo de inmediata continuación con la brega y con más ganas, por supuesto. Así lo hacíamos al unísono y nos abrazábamos abandonándonos al placer sin medida. El mundo no nos importaba entonces. Era amarnos frenéticos y posesos o morir. Nuestra felicidad total, era en primero, segundo y tercer lugar. ¿Las recuerdas?.

Y es cierto amore mio. Sé que la documental no llegó a cumplirse, ni que decir de los desestimados sucedáneos, aunque debes reconocer, al menos, que en la confesional mis sentimientos fueron más claros que nunca. Se podría decir que hicieron prueba plena intra y extra processum.

¡Ay amor!, ¡mi dulcísimo y endemoniado exhortazo!, mi notificación recontra válida, mi posesión legítima (aunque viciosa y harto reincidente), mi sentencia favorable y definitiva: ¿por qué me abandonaste?, ¿por qué tuviste esa durísima contestación a mi demanda?, ¿acaso no cabe, todavía, en tu corazón un recurso extraordinario de cosa juzgada fraudulenta?, ¿una acción de amparo, tal vez?, ¿una vía igualmente satisfactoria?, ¿una excepción de naturaleza de acción?, ¿acaso no transarías?, ¿no incoarías un desestimiento de la pretensión?, ¿conciliarías?, ¿homologarías?, ¿Bordarías?, ¿Barandiaranías?, o tal vez, ¿Fernández Sessaregarías?.

Mi amante amada, larga viene siendo mi espera y mi quita. No obstante, ten siempre en cuenta que el tiempo inexorable transcurre y los sentimientos caducan, prescriben, precluyen; pero sobre todo, es aliado del olvido, a la vez de dar paso a lo realmente trascendente e imperecedero. Tenlo siempre muy en cuenta.

¿Sabes?, no voy a negar que con este poema jurídico y amoroso, amoroso y jurídico, jurídico y cuasi filosófico, bufonesco y harto jorobeador; espero revertir la carga de la prueba, espero tu última respuesta, pero, sin incurrir en abuso del derecho amor, que mi corazón no lo toleraría. Tampoco tampoco.

Es que no puedo negar que mis sentimientos, que en un inicio abrazaron holgadamente la exoneración de proceso de contratación no estatal, posteriormente entraron a reprogramación, fraccionamiento, para en su momento deviniesen en cesación de pagos, pero por favor amor, por lo que más quieras, no me pidas la quiebra una vez más.

Busquemos un acuerdo preconcursal o preventivo, una salida arbitral —sin agotar la vía previa, que incluya los juegos previos, pero que, sobre todo procure el arribo a una salomónica salida, por excepción, dejemos de lado el libro de reclamaciones y las instancias internacionales— la salida que prefieras (yo atraco ipso facto, digo, acepto), porque si no amor, moriré. Moriré antes que el eventual proceso de reestructuración haya concluido. Moriré por haberse dado paso a la canibalización no patrimonial de mis sentimientos, mi más preciado bien.

Mi caso jurisdiccional y extra jurisdiccional, ¡¡cuánto te he amado!!, de manera ciega y siempre con total y absoluta probidad; ¿y mira como me contestaste?, de la manera más inesperada, maledicente y artera... nada menos que con temeridad y mala fe, que terminó por resolver nuestro vínculo, digamos que índole cuasi conyugal.

Hubiera preferido que respetes el debido proceso también en sede penal, esto es, observar el pleno e irrestricto principio de oportunidad, el principio de doble conformidad… antes de darlo por concluído vía inapelable decisión.

Y así y todo mi amor, mi viejo, consabido y entrañable amor jurídico, me dejaste. Poca miseria amor!. Pero, ¿sabes?, a medida que deslizo mi romántica pluma sobre este retazo de papel receptor de mis emociones mas intensas (de congoja y negra tinta pegajosa y maloliente que a chorros deja en mi frente siempre atenta a la jugada); finalmente me doy cuenta que en efecto lo nuestro nunca hubiera sido posible ni viable. ¿Realmente lo fué?...

A propósito, en aras de no continuar reculando en lo esbozado en el presente digamos monólogo tragicómico, pero, saludable al fin, colofo en primer lugar, que desde mi punto de vista, definitivamente no pertenezco, ni pertenecí al mundillo V.I.P. (very imbécil people) —acuñado por el genial Carlos Galdós— y en segundo lugar, y únicamente para amenizar como para bajar un poco las revoluciones: ¿Cómo yo, un amante graduado con honores, de larga data en asuntos de amor, que en verdad se respeta; preparado, ilustrado y forjado con la doctrina y sapiencia de los hermanos Mazeaud, Zaffaroni, Soler, Enneccerus, Albaladejo, entre otros tratadistas; pude enamorarme de ti, cometiendo abiertamente un infinito y sideral error de derecho absolutamente inexcusable?. ¿Que pachó con este pechito latino ardiente?. ¡No pue cher!.

Así entre nos, amoretto, ¿realmente pensaste que valías todo el oro del mundo, que no había nada más importante que tú y que el mundo giraba, gira y girará norteadora como ineluctablemente alrededor tuyo?. ¿Que eras merecedora de todo, así sin más?. ¿Qué de manera indubitable como correspondiente, debería caer siempre rendido a tus pies?.

Pues, con todo el tino y cuidado que me caracterizan, permíteme hacerte aterrizar en pleno y en seco, amada y deliciosísima melocotona de mi corazón: Definitivamente de lejos lo vales y más. Tienes toda la razón y para mí no hay, ni habrá nada más sin ti. No a ese nivel, no a tu nivel. Vaya que sí. Y eso, por supuesto, solo como primer punto.

Concluyo este breve, accidentado pero contundente alegato final, refiriendo en primer término, en palabras del gran Moncho: Y es que, si a veces hablo de ti, o ves que brillan mis ojos, no creas que están llorosos, es que mi risa es así. Que cuando lloro por ti, ni las estrellas lo saben. Yo lloro cuando no hay nadie, que te lo pueda decir. Que nunca podrás saber si todavía te quiero o te deje de querer, que cuando lloro por ti, lo hago siempre en silencio… Y además, en palabras del hiper premiado Márcio Greyck: Por favor, no te olvides que el amor es así, es un algo mayor que el bien o que el mal. Por favor, no te olvides que un día tendrás que volver junto a mí.

En base a lo desarrollado y acontecido no pocas veces, colijo que no me queda absoluta duda, que volverás presurosa, palpitante e inquieta, como siempre una vez más. Y también como siempre una vez más, inmensamente feliz por mi parte, complacido, apasionado como expectante, estaré aquí esperándote (y de ser el caso, iré a buscarte), para que nos demos una nueva como histórica oportunidad y devoradora e interminable bienvenida… por los buenísimos tiempos, claro.

Vayamos pues mi ratoncita, de la mano o abrazados, por las calles nuestras, caminando de cara al viento, corriendo, viajando, bailando, riendo, jugando, cantando, haciendo caras y risadas… Tal como lo hacíamos alicorados o no, hacia no sabíamos dónde, hasta encontrar un camino, hasta encontrar nuestro camino, mientras que el sol a lo lejos, complaciente y tal vez cómplice, se retiraba como saludándonos o diciéndonos que nos acompañaba hasta la infinidad. Vayamos para continuar con nuestra gran historia, con nuestra inspiradora, incomparable, inmejorable como histórica historia; abrazando jocundos y emocionados, nuestra suerte de ser competencia de nada menos que de la mismísima Corte Interamericana de Derechos Humanos, para una vez más gloriosamente, volver a empezar…

Biografía

 Para la construcción del presente trabajo, se tomó como basamento la versión original intitulada: Poema de amor jurídico, de autoría de Gitana. (En línea), recuperado el 14/03/18 de: http://www.foro-cualquiera.com/literatura/44078-poema-amor-juridico.html.



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